Conozco esta fábula desde hace mucho tiempo, pero hoy en día, en una sociedad que no es capaz de identificar a ninguna de las dos protagonistas, creo que es adecuado compartirla. También es cierto que ante este tsunami de información y esta caída de valores cada vez es más complicado discernir quién es quién. A diario tenemos delante de nuestros ojos a personas que nos dicen una cosa, y después hacen lo contrario y lejos de hacer autocrítica, lo único que hacen es llamarnos imbéciles a la cara. Todavía hay quien apoya estas conductas, no sé debido a qué.
Pero yo estoy harto de que menosprecien nuestra capacidad, sobre todo en esta época, donde los datos, y digo datos no opinión, pueden ser consultados con unos simples clics. Todo responde a un propósito y en esta sociedad polarizada que no es capaz de aplicar la filosofía del yin y del yan y darse cuenta que en las cuestiones importantes no debe haber fanatismos, parece que no quede más remedio que postularse de un lado o del otro y no me da la gana. Si críticas la conducta de unos te califican como los contrarios y viceversa. Me gustaría que volviéramos a pensar como individuos, parece que la población sea un fluido, ya que se comporta como tal.
La fábula que voy a compartir con vosotros es de autor desconocido, pero la conocemos gracias a que Jean-Léon Gerôme un académico francés ducho en muchas artes, pintó una representación de esta fábula inmortalizándola como la conocemos hoy en día. El pintor representó a la verdad saliendo de un pozo, desnuda, con cara de terror. A continuación os dejo la fábula:
Cuenta una leyenda que un día la verdad y la mentira se cruzaron:
– Buenos días- dijo la mentira.
– Buenos días- contestó la verdad.
– Hermoso día- dijo la mentira.
Y la verdad, miró al cielo y oteó el horizonte para ver si era verdad… Y sí, lo era.
– Hermoso día- contestó entonces la verdad.
– Aún más hermoso está hoy el lago- dijo la mentira.
Y la verdad, miró y miró al lago para convencerse de que era verdad… Y sí, lo era.
– Cierto, está más bonito- dijo entonces la verdad.
Y la mentira, corriendo hacia el agua, dijo:
– ¡Vayamos al agua a nadar! ¡El agua está mucho más hermosa!
La verdad se acercó con prudencia al agua, la tocó con la yema de los dedos, vio que sí, el agua estaba más hermosa, y decidió creer a la mentira y seguirla.
Ambas se quitaron la ropa y se lanzaron al agua. La verdad y la mentira estuvieron nadando un buen rato, muy a gusto, hasta que la mentira salió y se puso la ropa de la verdad. La verdad, incapaz de ponerse la ropa de la mentira, comenzó a caminar desnuda por la calle y todos se horrorizaron de verla.
Así es cómo, desde entonces, la mayoría de las personas prefieren ver la mentira disfrazada de verdad que la verdad al desnudo. FIN.
Al final de cuentas, la verdad tiene muchas caras y somos esclavos de quien nos transmite la información, por muy avispados que pensemos estar, siempre nos colaran alguna. Desconfía sobre todo de aquellos que presuman de su honestidad, estos son especialmente peligrosos. Nadie está más preocupado de demostrar la veracidad de sus palabras que aquel que las tuerce a su conveniencia. Un saludo y muchas gracias por leerme.