Desde que ‘El Matador’ se coronó como campeón en la difícil y lucrativa categoría de la ‘Lluvia de Nudillos’, he escuchado una gran cantidad de estupideces en referencia a la españolidad o no de Ilia. Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que no somos árboles. El sentimiento de arraigo a una zona o los nacionalismos son más bien un invento del romanticismo que una realidad histórica. Solo debemos ver la cantidad de pueblos que han pasado por nuestra península ibérica, que será nuestra mientras la defendamos.

Es más bien los entresijos culturales los que definen a una nación. Por eso, hace 4 siglos, eran igual de españoles, un napolitano, un madrileño y un habitante del virreinato del Perú.

Pero, por otro lado, también es absurdo negar la huella genética y cultural que cada pueblo deja en las poblaciones que ocupan o asimilan. Salvo los sajones en América, que extinguieron, diezmaron y, por último, hacinaron en reservas a los habitantes que a su llegada encontraron en el Nuevo Mundo.

¿Qué une a Georgia y España desde hace tanto tiempo?

En la antigua Grecia, una parte de lo que hoy es Georgia era llamada el Reino de Iberia. Tenía su capital en Mesjeta (curioso cómo el término se parece a meseta), un cuenco protegido por montañas en la confluencia de los ríos Kurá y Aragvi. Estos mismos habitantes son los que, siglos después, se situaron en nuestra península, dándole el nombre que hasta hoy la representa. Los griegos encontraron en la futura Hispania a un pueblo que se expresaba en el mismo idioma y que ocupaba una zona parecida a su madre patria en el valle del Ebro (Iber), el del Segura, y prácticamente todos los cauces que vertían al Mediterráneo. Esta era una conducta habitual de los iberos, que, al igual que otras culturas clásicas, siempre se instalaban en las riberas de los cauces fluviales (Iber quiere decir río).

¿Los georgianos y los vascos?

Según estudios recientes, el euskera, como todos sabemos, es el único idioma no indoeuropeo en Europa occidental. Se trata de un idioma aislado, no relacionado con ningún otro lenguaje vivo o muerto. No obstante, se hicieron intentos para comprobar una relación con una variedad de idiomas, incluidos los ya antiguos iberos, pictóricos, etruscos y bereberes. El parentesco más propuesto ha sido con la familia Kartvelian de lenguas caucásicas, en particular el georgiano. Por ejemplo, la palabra Ibai, que aparte de ser el nombre del influencer más importante de España, significa rio, no es complejo ver la similitud que tiene con iber la palabra del mismo significado en la lengua ibera.

Esto nos demuestra que el pueblo vasco está formado por tribus iberas que, emigradas de la región del Cáucaso, se habrían establecido en las montañas del norte de la península en sucesivas oleadas. El hecho de la difícil orografía de la zona hizo que sus pobladores crearan una zona prácticamente inexpugnable, manteniendo su pureza de sangre hasta nuestros días. También es cierto que el hecho de haber vivido endogámicamente a lo largo de los siglos ha conservado sus peculiares características étnicas, lingüísticas y culturales. Y es que si nada entra, nada sale.

El científico francés Alexander Baudrimont (1806-1880) sostiene, por su parte, que “los iberos de Occidente emigraron desde el Cáucaso, denominando Iberia a su nuevo territorio”, mientras Philippon, otro acreditado estudioso de la cuestión, va más lejos y aventura que “los iberos, al llegar a los Apeninos, se dividieron en dos grandes grupos, el uno descendió a la península Itálica, y el otro se extendió por la Galia, penetrando por las dos vertientes de la cordillera pirenaica en la península entonces ocupada por los tartesos”.

Diario de un nómada. ABC
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Los iberos (al igual que los rumanos, 2000 años después, es broma, no os enfadéis) vinieron a nuestra península en busca de uno de los materiales imprescindibles de la antigüedad, el cobre.»

¿Habrá que pedirle entonces a los georgianos que nos devuelvan el cobre?

Nada que ver. Al igual que sus descendientes, tiempo después, los iberos dejaron en nuestra península un legado que perdura hasta hoy en día. Lucharon por territorio con las tribus que ya habitaban la península y en ocasiones se mezclaron con ellas (celtíberos), hasta que fueron vencidos y asimilados por los romanos, no sin luchar y con grandes derrotas sobre las legiones del águila. A fuerza de tenacidad y persistencia, acabaron doblegándolos haciendo uso de la primera arma de destrucción masiva, el gladius.

En definitiva

Ilia Topuria no solo comparte con nosotros el amor por nuestra patria, sino que seguramente en sus venas corre prácticamente la misma sangre que la de muchos de los españoles actuales. Esto lo expreso por lo curioso de esta historia, no por la necesidad de españolizar a una figura que nos ha representado de la mejor forma posible.

Para terminar, las fuentes antiguas definían así a los iberos:

«anárquicos, amantes de la libertad y de las armas, activos y belicosísimos».

Exceptuando lo de anárquico, ya que ‘El Matador’ es un trabajador disciplinado, el resto me parece una buena definición de lo que Ilia es hoy en día.

Espero que os haya gustado este artículo y muchas gracias por leerme.

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