La historia de Agustina de Aragón es otra de esas historias de superación y toma decisiones en momentos extremos que me erizan la piel.
Al igual que María la pita, esta gran mujer tuvo el coraje de poner su vida en peligro en un momento en el que, sin su buen desempeño, el destino de su plaza hubiera sido fatal.
Nacida en Reus o Barcelona el 3 de marzo de 1786, de padres de condición humilde, naturales de Lleida, fue bautizada en la basílica de santa María del mar (Barcelona) un 6 de marzo del mismo año.
Tomo primeras nupcias con juan Roca Villaseca cabo de artillería a la edad de 17 años, el 17 de abril de 1803. De este casamiento nace un hijo varón que muere de pequeño. Su marido participó en la guerra de independencia española desde su inicio, tomando parte en la batalla del Bruch. Esto les llevaría juntos a Zaragoza para defenderla.
Pongámonos en situación, durante esta época la artillería se había vuelto fundamental en toda batalla, de hecho a mi parecer el modo de batallar de esta época es de las más crueles de la historia. Era común que dos ejércitos se situaran frente a frente y se sucedieran los disparos de cañón y arma larga a cuerpo descubierto hasta que uno de los dos ejércitos rompiera filas y fuera perseguido por la caballería contraria que hostigaba la retirada. Eran auténticas carnicerías, un ejemplo visible podéis verlo en la película “el patriota” de Mel Gibson que aunque esté ambientada en otra batalla, el modo de lucha es el mismo.
Asedio a Zaragoza. Un acto bélico que la convirtió en heroína para siempre.
Agustina, que colaboraba en la defensa alentando a los artilleros y sirviéndoles municiones y víveres, viendo especialmente atacada la batería del Portillo, se dirigió hacia allí para ayudar, cuando, al poco rato, caía herido de un balazo en el pecho el cabo que, a falta de otro jefe, la mandaba, el cual fue retirado, dándolo por muerto. Cayeron también, abrasados por los cartuchos que voló una granada, casi todos los demás artilleros, quedando la batería inutilizada y expuesta a ser asaltada por una columna enemiga que ya se acercaba. Fue entonces cuando Agustina, tomando un botafuego y pasando por entre muertos y heridos, descargó un cañón de a 24, con bala y metralla aprovechada, de modo que, sorprendidos los pocos artilleros que quedaban, se levantaron para ayudarla a sostener el fuego, hasta que recibieron refuerzos de otra batería, obligando a retirarse precipitadamente al enemigo.
Esta gran mujer superó su instinto de supervivencia y aun viendo la carnicería a su alrededor tuvo arrestos suficientes para tomar la iniciativa de disparar aquel cañón.
Aquel mismo día, mediante un parte del Comandante de la batería, el general Palafox la condecoró con el título de Artillera y sueldo de seis reales diarios. Hasta el final del asedio. Agustina continuó sirviendo en la defensa, en aquella y en otras baterías, y por su heroico comportamiento Palafox le concedió los dos escudos de honor con el lema Defensora de Zaragoza y Recompensa del valor y patriotismo.
Segundo asedio de Zaragoza
Durante el segundo sitio de Zaragoza, que comenzó el 20 de diciembre, Agustina se encontraba entre quienes dispararon los primeros fuegos de la batería de la Puerta del Carmen, y por su comportamiento en la defensa, recibió la cinta de honor. Fue destacada su actuación en el intento de desalojar a los franceses del convento de la Trinidad desde el de la Misericordia, cuando, con riesgo de su vida, logró quitarle la caja a un tambor francés y recuperar dos fusiles de los españoles. Cayó enferma de peste que comenzaba a hacer estragos en la ciudad y que, junto con el hambre, fue la causa de su capitulación el 23 de febrero de 1809.
Primera vez apresada y vuelta al ejército camino de Andalucía.
Agustina, aún enferma y llevando con ella a su hijo de 5 años, fue hecha prisionera y llevada junto a otros compañeros a Francia, falleciendo su hijo al llegar a Soria a causa del Hambre, la enfermedad y el cansancio del viaje.
Agustina consiguió escapar y llegar hasta Cervera del río Alhama, donde una vez recuperada de su enfermedad paso a Teruel. Allí se unió de nuevo al ejército y se encaminó hacia Andalucía. En el Alcázar de Sevilla, el 30 de agosto de 1809, la Junta Suprema Central del Gobierno de España, en ausencia del Rey, prisionero en Francia, le concedió, en atención a sus méritos, el grado y sueldo de subteniente de Artillería.
Últimas batallas y final de la guerra
De nuevo fue prisionera en 1810 al caer el sitio de Tortosa, fue llevada otra vez a Zaragoza, pero desconozco como escapo para volver a la guerra, algunas fuentes hablan de un rescate por ella y otro general, pero no lo sé con certeza.
Lo siguiente que sabemos de su vida es que Agustina entra en batalla en Vitoria al mando del general Pablo Morillo, que otra vez la destaca por su desempeño en sus informes. Este certificó su heroico comportamiento en una de las baterías, el 21 de junio de 1813.
Terminada la guerra, Agustina permaneció en Zaragoza. El 25 de agosto de 1814, el Rey Fernando VII le concedió, en premio a los servicios prestados durante la guerra, un aumento de cien reales de vellón mensuales, sobre el sueldo que le estaba señalado, y el privilegio de usar la Cruz de Distinción otorgada “a los Generales, jefes, oficiales y demás individuos que se hallaron en el primer sitio de la inmortal plaza de Zaragoza”. A pesar de las vicisitudes políticas ocurridas posteriormente en España, Agustina continuó percibiendo ese sobresueldo hasta el final de su vida.
Segundas nupcias y vida tras la guerra hasta su muerte
Reunida de nuevo con su marido, Agustina dio a la luz a su segundo hijo, Juan. Su marido, enfermo de tisis, falleció con el grado de teniente en el Hospital Militar del Seminario de Barcelona el 1 de agosto de 1823, y el 12 de marzo de 1824 Agustina se casaba en segundas nupcias con Juan Cobos Mesperuza, médico de Almería, doce años menor que ella. De este matrimonio nació en 1825 su hija Carlota, autora de una novela histórica protagonizada por su madre. Posteriormente, la familia se trasladó a Sevilla, donde el hijo de la heroína estudió y ejerció la carrera de Medicina hasta su muerte en 1885.
En 1847 contrajeron matrimonio en Sevilla los dos hijos de Agustina de Aragón, pero Carlota, casada con un militar destinado en Ceuta, se trasladaría a esa ciudad, a la que comenzó a viajar con frecuencia Agustina, hasta que en 1853 estableció en ella su residencia. Alegando algunas fuentes que su matrimonio se rompió a causa de ser su marido un carlista declarado. Allí falleció el 29 de mayo de 1857, siendo oficial vivo y efectivo del Ejército, y fue enterrada al día siguiente en el Cementerio General de Santa Catalina.
Agustina pertenece a ese gran grupo de personas que protegieron a nuestro país del invasor sin importar su género o condición social. Debemos recordar sus actos para que no queden olvidados