Introducción
En el siglo XVI, Europa se encontraba en una encrucijada debido al creciente poder del Imperio Otomano. La batalla de Lepanto en 1571 marcó un punto de inflexión, donde la Liga Santa, una alianza de potencias cristianas, logró una victoria decisiva contra los otomanos. A pesar de este triunfo, el imperio islámico continuó su expansión por más de cien años.
La guerra de la Liga Santa y el asedio de Viena (1683)
En este contexto, surge la guerra de la Liga Santa, una alianza de naciones decididas a frenar la expansión otomana. El año 1683 fue crítico; un vasto ejército otomano invadió el Sacro Imperio Romano Germánico, tomando Belgrado y asediando Viena. La situación parecía desesperada para la Europa cristiana hasta que emergió una renovada Liga Santa, con el apoyo de la República Polaco-Lituana y liderada por el rey de Polonia, Jan III Sobieski. Con sus legendarios húsares alados a la cabeza, liberaron Viena jugando un papel clave. No en vano, eran la mejor caballería de la época, infligiendo a los otomanos una severa derrota.
La expansión de la Liga Santa
La victoria en Viena inspiró a toda la cristiandad, que acudió a la llamada de su santidad el papa Inocencio XI. La Liga Santa se expandió, sumando fuerzas como la Orden de Malta y el Gran Ducado de Toscana. Aunque el intento de recuperar Buda en 1684 ocasionó un fracaso inicial, el espíritu europeo estaba lejos de quebrarse. La derrota otomana ante las puertas de Viena había encendido un fuego en el corazón de Europa.
El contexto social y económico
Los mercados de Oriente Medio se nutrían de esclavos capturados al este de Buda y Viena. El trasiego de mujeres hacia los burdeles de Estambul, Damasco y Orán era incesante. Los niños que acababan en la guardia personal de jenízaros del sultán podían considerarse afortunados, puesto que la mayoría servía como mano de obra esclava y perecía exhausta de hambre y agotamiento en las inmensas obras civiles del Imperio de la Media Luna.
Había que parar esto. Europa unió a sus pueblos en la determinación de repeler esta amenaza del continente.
El papel de España en la Liga Santa
Por otro lado, el Imperio Español, en otra época dominante, enfrentaba su declive. La prolongada guerra de Flandes había mermado sus recursos y el prestigio de los tercios españoles se vio eclipsado tras la batalla de Rocroi en 1643. Sin embargo, bajo el reinado de Carlos II, España aún mantenía una considerable influencia en Europa y su poderío militar seguía intacto.
A pesar de no unirse oficialmente a la nueva Liga Santa, España respondió a la llamada del papa con un contingente de aproximadamente 12,000 voluntarios. Desde la nobleza hasta el pueblo llano, todos acudieron por la defensa de su modo de vida. Entre ellos destacaban veteranos de Flandes como Manuel López de Zúñiga, duque de Béjar, y otros capitanes de tercio, impulsados por la gloria, la aventura y la fe.
La gesta de los 300 españoles en Buda
La encamisada
El 6 de julio, bajo el manto de la noche, López de Zúñiga lanzó una encamisada, llamada así porque los soldados se ponían blusones blancos por encima de la armadura para distinguirse en la oscuridad. Esta fuerza, formada por cincuenta voluntarios españoles e italianos, atacó una empalizada defendida por jenízaros. Estos sucumbieron ante la maestría de los atacantes, sorprendidos y atemorizados por la presencia de aquellos «demonios blancos».
Del alto riesgo corrido por Manuel da cuenta el hecho de que volvió de esta acción con su sombrero agujereado por un disparo.
La brecha en las murallas
Una semana después, el 13 de julio, la artillería de la Liga Santa abrió una brecha en las murallas de Buda. Los primeros en cruzarla fueron los 300 españoles, liderados por López de Zúñiga. Aunque gravemente herido, su liderazgo inspiró a las tropas a continuar la lucha.
El asalto final
El 2 de septiembre, a las dos de la tarde, se lanzó el ataque decisivo. Los españoles, fieles a su tradición, lideraron la vanguardia en el lado bávaro. A pesar de las bajas y la pérdida de su comandante, no flaquearon. Su coraje inspiró a las tropas, logrando tomar la ciudad y poniendo fin a 150 años de dominación otomana.
El legado de los héroes de Buda
La valentía de los 300 españoles en la batalla de Buda se convirtió en leyenda. En 1934, un monumento en Budapest fue erigido en su honor. La inscripción dice:
«Por aquí entraron los 300 héroes españoles que tomaron parte en la reconquista de Buda.»
Conclusión
La batalla de Buda no solo fue un triunfo militar, sino también un símbolo de unidad y resistencia europea ante el invasor. Los 300 españoles demostraron que el valor y la estrategia pueden prevalecer contra las adversidades. Su historia es un testimonio eterno del espíritu indomable que defendió Europa en su hora más oscura.
Fuentes usadas en este artículo:
https://www.nationalgeographic.es/historia/2019/12/imperio-otomano-auge-caida
https://es.wikipedia.org/wiki/Guerras_otomanas_en_Europa