Esta es una de las expresiones que más coraje me producía cuando me la decían en mi juventud. Desde bien joven siempre trabajé con personas más mayores que yo, algunas compartían su sabiduría conmigo y me ayudaban a crecer.
Otras, en cambio, al ser joven, no me respetaban (hasta que me hacía respetar) se burlaban de mí y de mis otros compañeros e incluso no nos trataban todo lo bien que hubieran debido. La construcción antes era así.
En especial, tenía un compañero, que siempre me recordaba que cuando fuera padre me iba a cambiar todo a peor, que ya no podría hacer tal o cual cosa y me repetía mucho esta expresión.
Hoy día soy el orgulloso padre de dos estupendos infantes de 8 y 2 años y mi vida familiar no podría ser más feliz. Creo que esto se debe a que en la vida hay que quemar etapas y todo tiene su época. Hay personas que se apresuran a tener hijos y después envidian la vida que ellos no han disfrutado, no sé, es mi percepción.
¿De dónde procede esta expresión?
Esta expresión procede de la época de la postguerra. La década posterior al conflicto fue tan dura que incluso acuñó otra frase hecha de aquellas que me decían mis mayores cuando no me gustaba algo que hubiera para comer.
“Tendría que venir un año 40, ya verías cómo te comes hasta la sopa de piedras”.
Entiendo perfectamente la frustración que tendrían que sufrir aquellos que pasaron tantas penalidades, al ver cómo su prole le daba de lado a alimentos por los que ellos habían llorado de hambre.
Pues bien, la expresión que nos ocupa hace referencia a que en aquella época de penurias, de cartillas de racionamiento y carencias, la familia que tenía acceso a la menstruación de la gallina limitaba su consumo al padre de familia.
Este alimento, al ser de los más completos, dotaba al padre del aporte proteico y de energía suficiente para acudir a su puesto de trabajo, normalmente duro trabajo rural, para traer el sustento a los suyos.
El huevo también era común suministrárselo a las personas o niños que estuvieran enfermos para fortalecerlo en su lucha contra la enfermedad.
Mi padre me cuenta que a él, al ser muy delgado, su abuela (aaaay los abuelos, siempre ellos) todas las mañanas, a escondidas, le suministraba un huevo crudo con un poco de vino dulce para que afrontara mejor su rutina diaria de trabajo. Trabajo que realizaba desde los 3 años en el cuidado de animales y demás.
Los niños, que tenían más hambre que el primero que probó los caracoles y hartos de comer siempre lo mismo, solicitaban a su progenitora una tortillita liada que calmara su hambre. A lo que la pobre madre, con todo el dolor de su corazón, aquel que sufre quien no puede dar a los suyos lo más básico, le contestaba al hambriento joven:
“Cuando seas padre comerás huevos”
Uso actual de la expresión.
Hoy en día esta expresión se usa como coletilla para que los jóvenes entiendan el sacrificio que hacemos los padres y las madres para su bienestar.
También se utiliza cuando piden algún producto que debido a su corta edad no pueden consumir, desde un vaso de vino a conducir una motocicleta.
Esta es otra de esas expresiones que mientras seas joven negaras su uso y después te sorprenderás a ti mismo empleándola, percatándote de que te pareces a tus mayores más de lo que creías en la juventud.
Sin más me despido recomendándoos que os comáis las acelgas que nunca sabremos cuándo las echaremos de menos.
Un saludo y muchas gracias por leerme.
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