El otro día estuve alternando con un amigo que siempre se mueve en moto, más rápida y ágil para la ciudad, alega él. Estos días está lloviendo algo por aquí y comenzó a caer algunas gotas. Él se levantó de su asiento y dijo: bueno, me marcho a casa, que como llueva fuerte me voy a poner chorreando. Poco tardo en arreciar la lluvia empezando a caer un fuerte chaparrón. Yo permanecí allí, acabando mi café solo doble, a la espera de que escampara para irme a casa, desde mi posición pude ver como en una rotonda cercana la moto le hizo un extraño, derrapo, teniendo que echar los pies al suelo. Esto me hizo recapacitar. Esta poesía forma parte de aquella reflexión, espero que os guste:
Brisa lanzó un susurro, cazado por la lluvia, que buscó una excusa para así soltar su llanto. Se dejó caer un rayo, aportando algo de luz, mientras ella sonreía apaciguando su inquietud. Algo más que el miedo aquella noche que crecía no le importó un bledo despertarle la agonía. Y hundirla en el terror de tener que dormir sola, esperando a su amor, este que en moto iba y ya nunca jamás llegó.