Retrato digital de Bernardo de Gálvez, héroe malagueño del siglo XVIII, vistiendo un uniforme militar español con bordados dorados. La imagen, recreada con inteligencia artificial, resalta su figura histórica clave en la independencia de Estados Unidos

En las venas de Bernardo de Gálvez corría la sangre de guerreros y gobernantes, destinado desde su nacimiento a labrar un lugar entre los más grandes héroes de España.

Hijo de Matías de Gálvez, virrey de Nueva España, y sobrino del formidable José de Gálvez, ministro universal de las Indias. Bernardo no solo heredó su linaje, sino una voluntad de hierro que lo llevaría a cambiar el curso de la historia.

Nacido en el pequeño pueblo malagueño de Macharaviaya. Demostró que en esta vida no es necesario nacer en lugares famosos para destacar sobre los demás, solo tener los arrestos para forjar nuestro destino.

Desde su juventud, a ejemplo de su padre, eligió el camino de las armas. No fue un capricho ni una búsqueda de gloria fácil; fue una elección que marcó cada día de su vida. Muy joven participó en la guerra contra Portugal. España había entrado tardíamente en la contienda, pero Gálvez no se dejaría vencer ni por las dificultades ni por la fuerza de sus enemigos.

En 1763, la Paz de París puso término a la llamada Guerra de los Siete Años. España cedió a Gran Bretaña la Florida y las tierras situadas al este del río Misisipi; a su vez, Francia cedió a España la Luisiana.

El perjuicio que supuso para España la pérdida de la Florida fue incalculable, al dar a su enemigo unos puestos en el golfo de México. Estos que por su importancia estratégica constituían una constante amenaza para la seguridad del virreinato de Nueva España. Así como para el comercio y el transporte de caudales por dichas aguas.

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Esta resolución del conflicto marcaría el futuro de un joven Bernardo que aún no estaba en disposición de atisbar lo que el futuro le deparaba.

Si nos paramos a pensar en el resultado de esta guerra en la que él participó, es casi poético el hecho de que estuviera presente en el conflicto que trajo a España los territorios que tiempo después forjarían su leyenda.

Primer destino a nueva España

Obra titulada Por España y por el Rey, Gálvez en América, donde se muestra al militar español Bernardo de Gálvez durante la Batalla de Pensacola.
Augusto Ferrer-Dalmau Nieto Cuadro por españa y por el rey, Galvez en America

Destinado al virreinato de Nueva España, con el grado de capitán al Regimiento Fijo de Infantería de la Corona, Gálvez comenzó a escribir su historia. Lo conocerían pronto no solo su valentía en el campo de batalla, sino también su inteligencia estratégica y su habilidad para ganarse tanto a aliados como a enemigos.

Enfrentado a los indios apaches en la frontera norte, demostró una temeridad y un liderazgo que le valió el respeto de todos los que combatían bajo su mando.

Bernardo implementó una serie de reformas y estrategias militares para defender las provincias internas del virreinato de los ataques de los apaches y otras tribus indígenas del norte.

Entre las medidas más destacadas estuvo la organización de un ejército especializado que incluía a los dragones de cuera, un cuerpo militar clave para la defensa de la frontera.

Los Dragones de Cuera

Los dragones de cuera eran tropas de caballería ligera que se distinguían por usar una cuera, una especie de armadura hecha de cuero, que los protegía en los combates cuerpo a cuerpo y contra flechas indígenas. Eran hombres duros de frontera, una especie de Hidalgos del siglo XVIII. Todos se alistaban voluntarios  por un periodo de diez años.

Iban armados con lanza, adarga, espada, daga, pistola y mosquete o carabina

Su función principal era patrullar y defender los presidios (fortalezas) que formaban la línea de defensa a lo largo de la frontera norte, desde Sonora hasta Texas. Estos dragones estaban entrenados para combatir tanto a pie como a caballo, lo que les daba flexibilidad en el terreno difícil y montañoso donde se llevaban a cabo muchas de las batallas contra los apaches.

Por qué los Apaches querían el territorio de Nueva España

Los apaches, como explica el artículo que os comparto en las fuentes El ilustrado y los bárbaros, eran una tribu nómada que dependía del robo y la guerra para sobrevivir. Ni poseían, ni querían poseer territorios agrícolas fijos, ni medios de producción sustentables, por lo que robaban ganado y caballos para alimentar a sus comunidades.

Los territorios del norte de Nueva España, que estaban relativamente poco poblados y eran vulnerables, se convirtieron en un blanco atractivo para ellos, allí atacaban a tribus aliadas de la corona española.

Las tribus pimas y ópatas, que como otras anteriormente, se unieron a los españoles para preservar su especie frente a estos indígenas hostiles que llevaban siglos atacando sus recursos.

Además, las tribus apaches se extendían por una vasta región, hostigando simultáneamente a varias provincias en diferentes puntos del virreinato, lo que dificultaba una respuesta centralizada por parte de los españoles.

El propósito de Gálvez era no solo contener a los apaches, sino también quebrar su poderío mediante campañas ofensivas. Estas campañas incluían la utilización de las discordias entre las propias tribus indígenas, buscando fomentar conflictos internos entre las distintas facciones de los apaches, porque sí, las diferentes tribus apaches también luchaban entre sí y otras tribus del norte. Esta estrategia, sin embargo, requería paciencia y la habilidad de aprovechar los odios históricos entre las diferentes tribus.

Las tribus aliadas de los españoles

Las tribus aliadas, como los pimas y ópatas, jugaron un papel crucial en la lucha contra los apaches. Estas tribus, que tenían sus propios conflictos con ellos, veían en la alianza con los españoles una oportunidad para proteger sus territorios de las incursiones y saqueos que sufrían . Además, a través de estas alianzas, los españoles pudieron obtener conocimiento local sobre el terreno y las tácticas de guerra de sus enemigos, lo que mejoró su capacidad defensiva.

En resumen, el ejército formado por Bernardo de Gálvez, que incluía a los dragones de cuera y tropas ligeras, con el apoyo de tribus indígenas aliadas, fue fundamental para contener las incursiones apaches en el norte de Nueva España.

Vuelta a Europa y otra demostración de valor

En 1772 regresó a España y lo destinaron al Regimiento de Cantabria, en Pau (Francia), donde iba a servir durante tres años. El aprendizaje del francés le sería de gran ayuda para su próximo destino en Luisiana.

En 1775, a su regreso de Francia, se incorporó al Regimiento de Infantería de Sevilla. Con el grado de capitán participó en la desastrosa expedición de Argel, bajo el mando de Alejandro O’Reilly.

Aunque sufrió una herida de gravedad, resistió junto a la Compañía de Cazadores bajo su mando hasta cumplir la operación que le encomendaron.

 En esta nueva empresa volvió a demostrar el valor y el poco aprecio por su propia vida que demostraba en una época donde el orgullo, el honor y la fe hacía de este tipo de hombres auténticos superhéroes de leyenda.

Como recompensa, lo ascendieron a teniente coronel y lo destinaron a la Academia Militar de Ávila.

El Huracán de Luisiana

Pero el verdadero reto para Gálvez estaba más allá del océano, en las vastas y salvajes tierras de Luisiana, donde la bandera española ondeaba desafiando las ambiciones del imperio británico, en el contexto de la confrontación bélica entre las primeras potencias mundiales de la época, Francia España e Inglaterra.

Tras nombrarlo gobernador interino en 1777, no perdió tiempo.. Desde el primer día, puso en marcha una intensa actividad que no solo defendía los intereses de la Corona española, sino que forjaba alianzas decisivas para el destino del continente americano.

En Nueva Orleans se fletó un barco cargado con diez mil libras de pólvora que navegó río arriba con bandera y tripulación españolas, logrando sortear la vigilancia de los puestos ingleses establecidos en las riberas del Misisipi, y avanzó por aguas del Ohio hasta alcanzar el fuerte Pitt. La llegada de la pólvora haría posible la derrota inglesa en las campañas de esta región.

En 1777, entre otras ayudas, Gálvez prestó 74.000 dólares a los americanos y envió un cargamento de provisiones por valor de 25.000 doblones por el Misisipi, hasta llegar a las fronteras de Pensilvania y Virginia, desde donde se distribuyeron entre el ejército del general Washington y las divisiones del sur, al mando del general Lee.

La ayuda española permitió a los colonos americanos en guerra con su metrópoli mantener el control en los territorios al oeste de los montes Alleghany.

Gálvez fomentó la colonización y estableció nuevas poblaciones de inmigrantes en los inmensos territorios de Luisiana. Numerosos canarios se asentaron en la zona de Tierra de Bueyes, al sureste de Nueva Orleans, núcleo originario de la actual colonia de isleños de San Bernardo, que ha conservado celosamente su herencia española y el uso del castellano.

Gálvez fundó asimismo las poblaciones de Barataria, Nueva Iberia(donde se establecieron más de 500 malagueños)y Galveztown, llamada así en su honor.

Durante este proceso de colonización, el joven gobernador brindó una ayuda crucial a las campañas del americano George Rogers Clark en Illinois, donde los independentistas enfrentaban una situación sumamente comprometida en el alto valle del Mississippi.

Gálvez fomentó asimismo las relaciones con las numerosas tribus indias, chicasás, chactás, crics, alibamones, entre otros y, para atraerlos a la causa de España, siguió con ellos una hábil política de captación, de tráfico y regalos.

Gálvez no solo defendió Luisiana, sino que se convirtió en el aliado secreto y silencioso de los ejércitos de George Washington. Este apoyo permitió a los revolucionarios americanos ganar batallas clave como la de Saratoga.

Washington no tardaría en reconocer públicamente el papel crucial que Gálvez y España jugaron en la independencia americana.

Vista de la estatua ecuestre del héroe español Bernardo de Gálvez ubicada en el centro de Washington, DC. EFE/Pedro Alonso/Archivo

La Tormenta del Destino

Obra titulada La Marcha de Gálvez, donde se muestran las penurias sufridas por la expedición militar de Bernardo de Gálvez en las ciénagas del sur de EE.UU. rumbo a asaltar los fuertes británicos de Machac y Baton Rouge durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos.
La Marcha de Galvez. Augusto Ferrer-Dalmau Nieto. This file is licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International license.

El 18 de agosto, cuando se ultimaban los preparativos para la expedición, un terrible huracán azotó Nueva Orleans, destruyó gran número de casas y hundió los barcos que se encontraban en el río, armados y habilitados para la campaña. Pero Gálvez consiguió mantener el espíritu de la tropa y tras lograr que se recuperasen algunos barcos y artillería del fondo del río, se dispuso a tomar por sorpresa los puestos ingleses del bajo Misisipi.

El 7 de septiembre de 1779, las fuerzas expedicionarias al mando de Gálvez conquistaron por sorpresa y por asalto el fuerte Bute de Manchak e hicieron prisionera a su guarnición, sin que se produjese ninguna baja. Dos semanas más tarde, la artillería española logró desmantelar el fuerte New Richmond de Baton Rouge.

Gálvez obtuvo su rendición incondicional, así como la del fuerte Panmure de Natchez y la de los puestos situados en el río Amite y en Thomson’s Creek.

Con apenas 33 años, lideró una ofensiva que tomó por sorpresa a las fuerzas inglesas en el Mississippi. Fuerte tras fuerte, Gálvez aplastó a los británicos con una estrategia tan audaz como letal. Sus victorias fueron tan fulminantes que, en menos de un mes, controlaba todo el valle del Mississippi.

Los ingleses abandonaron sus planes de invasión, y por sus hazañas, ascendieron a Gálvez a mariscal de campo, un título merecido para un hombre que, con cada paso, forjaba su leyenda.

La gesta de Pensacola: ‘Yo solo’

Pero su mayor desafío aún estaba por llegar.    Tras un primer intento de control en Pensacola que fue disuelta por un nuevo huracán

En 1781, se lanzó a la conquista definitiva del bastión británico en la Florida Occidental, una plaza que dominaba el golfo de México y amenazaba tanto a Luisiana como a Nueva España. Las dificultades fueron innumerables.

Pero Gálvez, el héroe indomable, se enfrentó a lo imposible. Con un coraje que resonaría a lo largo de los siglos, El 28 de febrero de 1781 zarpó de La Habana una nueva expedición contra Pensacola.

 La flota se formó en tres columnas.

A barlovento avanzaba el navío San Ramón, que montaba sesenta y cuatro cañones, y a bordo del mismo  enarbolaba su insignia el comandante en jefe de la expedición, Bernardo de Gálvez. Integraban la flota treinta y dos buques en los que iban embarcadas cinco compañías de granaderos.

El 9 de marzo, Gálvez desembarcó al frente de mil trescientos hombres en la isla de Santa Rosa, al este de la entrada de la bahía de Pensacola. 

Al día siguiente se instaló el campamento, así como una batería de ocho cañones que alejase a los buques enemigos y pudiese proteger la entrada de la escuadra y el convoy. El 11, Gálvez dispuso que se intentase la maniobra de entrada en la bahía. La escuadra y el convoy levaron anclas y comenzó la operación. Pero el navío San Ramón tocó fondo al ir por el canal de entrada, próximo ya a la barra; por lo que viró de bordo y regresó al punto de partida, donde fondeó, seguido de los demás buques.

Gálvez dispuso que se repitiese al día siguiente la operación; sin embargo, reunidos en junta, los oficiales de Marina al mando de los buques de guerra decidieron que la empresa no era practicable por lo tortuoso del canal, las corrientes y los disparos de artillería del fuerte Red Cliffs, que batían por popa y proa a cualquier embarcación que se atreviese a entrar por el canal.

La tensión entre Gálvez y los jefes de Marina se agudizó en los días siguientes. De momento, la expedición se veía paralizada. A la espera de los refuerzos que debían llegar de Nueva Orleans y de la Mobile.

Yo solo

e embarcó solo en el bergantín Galveztown, y, situado en el alcázar, de pie, mandó que se enarbolase la insignia de su grado y que se disparasen los quince cañonazos del saludo reglamentario para que el ejército, la escuadra y la guarnición del fuerte enemigo no pudiesen dudar de quién iba embarcado.

El 18 de marzo, Gálvez acometió la acción de guerra más arriesgada, más profundamente meditada de su vida. Decidió que sería él en persona quien primero forzase la entrada de la bahía, convencido de que este último recurso podría inducir a los demás a seguirle.

A las dos de la tarde se embarcó solo en el bergantín Galveztown, y, situado en el alcázar, de pie, mandó que se enarbolase la insignia de su grado y que se disparasen los quince cañonazos del saludo reglamentario para que el ejército, la escuadra y la guarnición del fuerte enemigo no pudiesen dudar de quién iba embarcado.

El Galveztown se hizo a la vela, seguido de dos lanchas cañoneras y de una balandra y navegó por el canal de entrada a la bahía. Los artilleros apostados en el fuerte Red Cliffs abrieron fuego graneado, cuarenta cañonazos dirigidos sobre todo al bergantín que iba en primer lugar. Las balas atravesaron velas y jarcias, pero el Galveztown logró sortear el peligro y se adentró en la bahía, seguido de las demás naves, que resultaron también casi ilesas.

Desde la isla de Santa Rosa, las tropas de Gálvez vitorearon el heroico valor, la hazaña de su general. Este ejemplo inesperado determinó que el día siguiente se efectuase la entrada del resto de la escuadra y el convoy, operación que se realizó con el mayor éxito, a pesar del vivo fuego del fuerte enemigo, que disparó cerca de ciento cincuenta cañonazos, alcanzando algunos buques.

Una vez llegados los esperados refuerzos de Mobile y Nueva Orleans, el general se trasladó con todo su ejército a tierra firme. Comenzaron los trabajos para el ataque a las posiciones enemigas. Durante el largo sitio de la plaza.

Gálvez resultó herido de gravedad en el vientre y la mano, aunque, sobreponiéndose a ello, siguió dirigiendo las operaciones más importantes.

El 19 de abril recibió el oportuno e inesperado socorro de la escuadra al mando de José Solano, procedente de La Habana, con tropas de refuerzo. Este apoyo naval fue decisivo. El 9 de mayo, a los dos meses de desembarco en la isla de Santa Rosa, se rindieron a las fuerzas del rey Carlos III los fuertes y la plaza de Pensacola.

España recobraba así la Florida Occidental y no quedaba en el golfo de México posesión británica alguna.

Poco después de la conquista, ascendieron a Gálvez a teniente general y lo nombraron caballero pensionado de la Real Orden de Carlos III. El Monarca decretó que la bahía de Pensacola se renombrase como bahía de Santa María de Gálvez y que para perpetuar la heroica acción con que Bernardo de Gálvez

“pusiese por timbre en el escudo de sus armas el bergantín Galveztown con el mote Yo Solo”.

También lo nombraron gobernador y capitán general de Luisiana y la Florida Occidental, que se erigieron en provincias independientes de Cuba, y comandante en jefe del Ejército de Operaciones en América.

En 1783, a petición de la provincia de Luisiana, el Rey le otorgó el título de conde de Gálvez.

Un virrey para la historia: El legado de Bernardo de Gálvez

El destino de Gálvez no terminó allí. En 1785, lo nombraron virrey de Nueva España, sucediendo a su padre, Matías de Gálvez, quien había fallecido en la ciudad de México; este era uno de los cargos más poderosos del imperio.

El virrey tuvo como primer objetivo la lucha contra dos terribles males que asolaban desde el año anterior al pueblo mexicano: la escasez extrema de víveres en todo el territorio, debida a la pérdida casi total de las cosechas, y la epidemia de peste que había atacado a la población, causando innumerables muertes.

Entre otras medidas, dispuso el aislamiento de los enfermos para evitar contagios, el internamiento y la medicación gratuita a los pobres en los hospitales.

Para auxiliar a los miles de mexicanos que habían abandonado sus hogares en el campo y acudido a las ciudades en busca de alimento, Gálvez nombró una junta permanente encargada de socorrerlos, contando para ello con la aportación de las primeras fortunas del país.

Por su parte, ordenó que se acogiese en los patios del palacio virreinal a cuantos necesitados cupieran y destinó casi medio millón de pesos de su propio patrimonio a ayudas.

El carácter del virrey, su talento, su humanidad, su llaneza y simpatía, así como su cercanía a los problemas de la población indígena, le granjearon en poco tiempo gran popularidad.

El prestigio y el poder del virrey conde de Gálvez no tenían rival en aquellas inmensas posesiones de la Corona española en América.

Pero la muerte lo sorprendió a los 40 años, truncando una vida destinada a aún más grandeza.Lo enterraron en México, pero su legado sigue vivo en las historias de quienes recuerdan sus hazañas, en los pueblos que fundó y en la independencia que ayudó a forjar.

Opinión personal del autor

Me pregunto cómo habría sido la historia de nuestro país si un hombre como Bernardo de Gálvez, quien por edad habría podido estar presente en los momentos cruciales del inicio de los conflictos independentistas, hubiera seguido liderando las fuerzas españolas.

Quizás, si la parca no nos hubiera arrebatado a este héroe malagueño a los 40 años, las mentiras de los enemigos de las Españas, y cobardes traidores como Bolívar, no hubieran calado y jamás se habrían atrevido a emprender guerra alguna.

A sus 64 años, con su experiencia en la defensa militar y social de Nueva España y su impresionante trayectoria, Gálvez habría sido un rival formidable para cualquier movimiento independentista.

Sus victorias en la Florida, su papel clave en la Guerra de Independencia de Estados Unidos, y su habilidad para negociar con los indígenas aliados demuestran que tenía tanto la capacidad estratégica como la diplomática para mantener unido el Imperio. Al menos a mí no me cabe duda de que su liderazgo y lealtad a la Corona habrían cambiado el curso de la historia hispanoamericana.

Fuentes:

https://www.loc.gov/resource/mgw4.081_0267_0268/?sp=1&st=image

.- EL ILUSTRADO Y EL BÁRBARO LA GUERRA APACHE VISTA POR BERNARDO DE GÁLVEZ. Luis Navarro García, Catedrático de Historia de América. Artículo de 1986

https://www.histocast.com/podcasts/histocast-34-bernardo-de-galvez/

https://www.exteriores.gob.es/ca/Comunicacion/NotasPrensa/Paginas/NOTAS_P_2014/20141210_NOTA272.aspx

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