Hoy, 14 de abril, me parece adecuado hacer referencia a una efeméride de nuestra historia reciente. Tal día como hoy, pero de 1931, se instauró la segunda república en España.

Tras un tiempo en que el estado estuvo sumido bajo el gobierno de Dámaso de Berenguer, en lo que coloquialmente se llamó la “dictablanda” por ser una dictadura más relajada que la que mantuvo el general Miguel Primo de Rivera hasta enero del año anterior, hubo unas elecciones municipales que fueron tomadas a modo de referéndum.

En ellas ganaron las candidaturas republicanas y socialistas en las ciudades importantes frente a la monárquica que ganó en el campo. Un hecho que me resulta muy curioso y que es digno de estudio. Esto reflejaba una clara herencia de las guerras carlistas que azotaron la península durante gran parte del siglo anterior.

Ante esta situación, el rey Alfonso XIII (el de la canción, no; el hijo) decidió abandonar el país y dejar paso al nuevo gobierno. (Le preguntaron dónde vas Alfonso XIII y respondió: voy en busca de cobijo, que el país no me importa un pijo y mi cuello sí. Ya sabían los Borbones lo que el pueblo enfadado puede hacer con un rey).

La II República Española, una época convulsa y turbulenta.

La joven república se caracterizó por la aprobación de una Constitución progresista y la puesta en marcha de diversas reformas sociales, políticas y culturales que pretendían modernizar el país. Sin embargo, también se enfrentó a numerosos conflictos, como la revolución del 34, el auge de los movimientos comunistas, anarquistas y fascistas, la sublevación del 36 y la posterior guerra civil.

Bajo mi punto de vista, la república nació herida de muerte y falleció siendo aún una niña. Fue una época convulsa en la que llegaron a sucederse hasta 26 gobiernos distintos en solo cinco años (1931-1936). Una época muy complicada, en ocasiones simplificada, pero he de recordar a mi estimado lector que el país venía de un siglo de guerras civiles, incluyendo las de independencia americana, que no fueron otra cosa que eso, vendan lo que nos vendan y quizás fue una buena idea ejecutada en un momento desastroso.

En Málaga se tira al mar la estatua del marqués de Larios

Este mismo día en Málaga, la capital de mi provincia, grupos de obreros y anarquistas tiraron al mar la estatua del marqués de Larios. En su lugar colocaron otra estatua que representaba a un obrero con pico y zoleta al hombro. Desde ese momento la calle Larios paso a llamarse calle 14 de abril hasta el término de la contienda, donde tanto la estatua como el nombre de la calle volvieron a su estado original.

Feliz domingo y muchas gracias por leerme.

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